domingo, 7 de octubre de 2012

ATIENZA: GUÍAS E HISTORIAS

 
ATIENZA, BREVE HISTORIA DE LA VILLA

   Es Atienza una de las villas castellanas de más rancio abolengo, de historia más interesante y de las que se conservan mayor número de joyas artísticas recuerdo de sus tiempos de esplendor. A pesar de todo, un poco por estar apartada de las grandes rutas, otro poco por la apatía de sus naturales que no se han preocupado de divulgar su riqueza emocional y evocadora, es menos conocida de lo que merece.

   Dista Atienza 126 kilómetros de Madrid siguiendo la carretera general a Soria, 30 de la episcopal Sigüenza y a su pie pasa la carretera que desde Riaza empalma a cuatro kilómetros de Atienza con la primera vía citada.

   Es su situación sumamente pintoresca, contorneando a media falda alargado cerro de escarpadas laderas, coronado por alto peñón cortado a pico que sustenta las ruinas curiosas de un castillo antaño inexpugnable, y procura a la villa empinada su silueta de población medioeval, orgullosa por lo fuerte. Conserva Atienza el cinturón incompleto de viejos muros en el que son de admirar el arco de San Juan o “puerta de arrebatacapas” (pues con la ventisca nadie puede cruzarla embozado), así como grandes lienzos de esta muralla; también conserva otros del segundo recinto cuando hubo de ser protegida la población que desbordó del primero, así como el barrio anejo de la “judería”.


   Atienza no es sino sombra de un pasado esplendoroso; llegó a tener catorce parroquias y seis mil habitantes; hoy sólo cuenta unos mil seiscientos, y de muchas viejas casas nobles sólo quedan a la hora presente míseros corrales. El conjunto de la población es sugestivo en extremo, la gente por demás hidalga, sencilla y acogedora; corresponde al tipo castellano, ejemplo de nobleza, de sobriedad y de recio carácter, compatible con la afectividad más perdurable cuanto poco ostentosa.

   De su brillante pasado conserva restos interesantísimos para los amigos de la Historia del Arte, así como pintorescas fiestas tradicionales casi milenarias. Someramente he hablado del castillo altivo encaramado en arisco peñón semejante a un navío desarbolado, y de las fuertes murallas que en sus mellas tanto pregonan la acción demoledora del tiempo, como la de sangrientos combates; a más de la puerta de San Juan conserva la llamada “de la salida”, el arco de la Virgen y recuerdos de otras como la de Antequera, la de “armas o de la villa” y alguna más; inscripciones romanas que proclaman su rancio abolengo, alguna árabe, balas de piedra usadas en las guerras medioevales clavadas entre los guijarros de sus calles, casas blasonadas, deliciosas ventanas góticas, buenas rejas forjadas y notables iglesias, predominando a éstas la arquitectura románica y el arte barroco, prolijo, suntuoso y de buen gusto dentro de la decadencia que marca ese estilo.

   Del románico son dignas de visitar por sus ábsides, la antigua parroquia de San Gil, y la Trinidad; por sus fachadas, la de Santa María del Rey y San Bartolomé y Santa María del Val. Ésta muy curiosa. Muy notables también son las tablas de la basa o predela del altar de Santa María, el Cristo con corona real, de fines del siglo XIII que se venera en la parroquia de la Trinidad, un cuadro de Ribera que hay en esta misma iglesia, su preciosa capillita de corte versallesco dedicada a la Virgen de las Mercedes, la magnífica iglesia de San Juan del Mercado, la interesante capilla barroca del Cristo de Atienza, muy venerado en la comarca, el ábside ojival de San Francisco, y sobre todo, la estupenda tala del “Cristo del perdón”, debida en el siglo XVIII a Luis Salvador Carmona, venerada en la iglesia del hospital.

   Por lo enumerado, puede juzgar el lector  la importancia turística de Atienza para los aficionados al Arte retrospectivo; para el investigador, está la magnífica colección de documentos en pergamino de la parroquia de la Trinidad, las “ordenanzas” de la “caballada” que son las más antiguas de España, y otros muchos documentos del archivo municipal.

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   Que Atienza (como no podía menos dada su situación), ya estuvo habitada en la época ibérica, lo prueban interesantes hallazgos realizados en la ladera del cerro del castillo; fue capital de los Tithios; tribu belicosa que dio mucho que hacer a los romanos sobre todo en la guerra de Sertorio; gran importancia tuvo durante la dominación árabe, de ella hablan los Cronicones al tratar de Alfonso III el Magno, de Ordoño II y Almanzor, y el Cid hubo de soslayarla según refiere su poema, cuando desterrado de Castilla se encaminó por Molina a Daroca y más tarde a Valencia.

   Gracias al heroísmo de los recueros o arrieros de Atienza, pudo salvarse Alfonso VIII, siendo niño, pues de él quería apoderarse su tío Fernando II de León, y en recuerdo de aquel hecho todavía perdura la cofradía llamada vulgarmente de “La Caballada” que conmemora esa efeméride con una fiesta típica, por desgracia poco divulgada, el domingo de Pentecostés, aniversario de aquel heroico salvamento.

   Los reyes favorecieron mucho a su noble villa de Atienza otorgándola fueros múltiples, extensos dominios que llegaban hasta la lejana margen del Tajo y visitándola con frecuencia; Atienza correspondió a tales favores con su lealtad Inmaculada y con la ayuda a los soberanos en casos tales como Alarcos, Las Navas de Tolosa y otras acciones guerreras.

   No deja de sonar Atienza en los turbulentos tiempos de Pedro el Cruel y sobre todo en los de Juan II de Castilla; por una felonía se adueñaron de ella los navarros, fue sitiada en 1446 por el rey castellano y su privado D. Alvaro de Luna, demostrando entonces sus vecinos con cruentos sacrificios su lealtad al monarca; el sitio fue pródigo en incidentes; por fin, los navarros rindieron la villa más no el castillo, y al retirarse los sitiadores aportillaron los muros, prendieron fuego a la villa y semi destruyeron sus templos; entonces comenzó la ininterrumpida decadencia de Atienza, a pesar de los favores con que la distinguió Enrique IV. En el siglo XVI el castillo sirvió de prisión de Estado a importantes personajes, entre otros al Duque de Calabria falazmente perseguido por Fernando el Católico y casado más tarde con la segunda mujer de éste, Doña Germana de Foix.

   En el siglo XVIII, las Santas Espinas que se guardan y veneran en la parroquia de la Trinidad, fueron llevadas a Jadraque a petición de Felipe IV, cuando de paso para Cataluña enfermó en aquella villa. Durante la guerra de la Independencia, las huestes francesas del general Duvernet asolaron Atienza, destruyeron por el fuego muchas docenas de casas y a partir de entonces, con sus antiguos gremios desaparecidos, su extensa jurisdicción de tiempo antiguo mermada constantemente y sus numerosas familias hidalgas desperdigadas o extinguidas, la muy noble y muy leal villa de Atienza duerme el sueño del olvido apoyada la desmayada cabeza en sus laureles inmarcesibles y evocando sus tradiciones gloriosas en el ambiente familiar de su recinto; esperando que algún día se la haga justicia recogiendo en un libro (que sería curioso y yo quisiera escribir), su honrosa historia, interesante y amena, y la descripción de su tesoro artístico, tan considerable y vario, que dan a Atienza calidad de ciudad-museo.

Francisco Layna Serrano





Y ahora, aquí, en este libro, su historia. Una historia abreviada. Para ir directo, y sin rodeos, al lugar en el que Atienza se significó a lo largo de los siglos. De forma amena, sin enrevesados callejones históricos, para hacerla más comprensible. Más al alcance de nuevas, y antiguas generaciones, deseosas de conocer qué fue esta población en el pasado.

En un libro de bolsillo. Cómodo, que puede llevarse a cualquier parte y seguir con él en la mano, todo ese acervo cultural de tiempos pasados. Subir con él hasta lo más alto de la villa y desde allí, cotejando sus páginas, viajar al pasado.

El libro:

  • Tapa blanda: 132 páginas
  • Editor: Createspace Independent Pub (7 de junio de 2016)
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 9781533658081
  • ISBN-13: 978-1533658081
  • ASIN: 1533658080

 
LAS TROYANAS DE ATIENZA.
CUANDO ATIENZA SE CONVIRTIÓ EN TROYA
Así se rodó la película “Las Troyanas”, dirigida por  Michael Cacoyannis, e interpretada por Katharine Hepburn, Vanessa Redgrave, Irene Papas, Genivieve Bujold…
Una gran superproducción cinematográfica que llenó de estrellas la provincia de Guadalajara


   En los últimos días del verano, y los primeros meses del otoño de 1970 se rodó en Atienza la película “Las troyanas”, basada en la obra de Eurípides. Una coproducción internacional que lanzaría al estrellato el nombre de la población, y la provincia de Guadalajara.


   Los preparativos, así como el rodaje, alteraron la vida del pueblo desde mucho antes de comenzar la grabación efectiva. Al contrario de lo que hoy sucede, entonces tuvieron que llevarse a cabo toda una serie de trabajos de adaptación del terreno para lo que el director de la cinta y del guion, Michael Cacoyannis pretendía; del mismo modo que la productora de la película se vio en la necesidad de acometer diversas obras en los edificios y locales alquilados para almacén u oficinas.

   Por espacio de casi un año, entre los previos y el desmontaje final, se trabajó en los alrededores del castillo y en algunos edificios, a pesar de pasar desapercibido para la inmensa mayoría de los atencinos que no supieron en su  mayor parte lo que estaba sucediendo hasta que comenzó y concluyó el rodaje efectivo. Aquellas obras se achacaban a las reformas que en el pueblo se estaban llevando a cabo como consecuencia de haber sido declarada la villa años atrás “Monumento Nacional”. La película estuvo prohibida en España por la censura durante casi veinte años por lo que suponía de alegato contra la guerra o la injusticia.


  Los nombres de  Katharine Hepburn, Vanessa Redgrave; Geneviève Bujold, Irene Papas, Mikis Teodorakis, Brian Blessed y tantos más, han quedado para la historia del cine; y la de Atienza.

   A través de las páginas siguientes el autor cuenta lo que sucedió aquellos días; los entresijos de la película e incluso lo que, hasta ahora, no se había conocido. Los nombres de las personas de la villa que se prestaron a colaborar. Las mujeres “troyanas” atencinas que pasaron a la historia  cinematográfica; los hombres que se convirtieron en soldados aqueos… Y todo aquello que, hasta ahora, no se había conocido. Y que no dejará de sorprender, ante todo, la actuación municipal, que algo dejó suspendido en el aire…

   Descubre todo lo que  querías saber, a través de las páginas de este libro que se convierten, por su  narración y estilo,  en guion de lo que bien podría ser la película de la película.

LAS TROYANAS DE ATIENZA

CUANDO ATIENZA SE CONVIRTIÓ EN TROYA
 
SUMARIO



El autor se explica


Atienza, historias de cine y televisión

¡Van a rodar una película! 

Las troyanas, en Madrid  

Katharine Hepburn, una leona en otoño

Atienza, gentes de cine

¡Silencio, se rueda!

La gestación de la película

El escenario del rodaje

Cincuenta años no son nada
 



Lee aquí el comienzo:

   Por aquellos días, cuando los del cine comenzaron a llegar a Atienza para quedarse por unos meses, en los últimos de la primavera e inicios del verano de 1970, Atienza estaba inmersa en las labores agrícolas. Y es que Atienza era entonces un pueblo de agricultores. Había, claro está, una mínima parte de la población que se dedicaba a otros oficios, al funcionariado o al comercio principalmente, puesto que Atienza continuaba siendo lo que podríamos llamar “capital de la serranía”. A Atienza llegaban aún las novedades a través del comercio, y a su comercio llegaban los serranos a comprar o vender. Por aquellos días, a pesar de ello, la vida se centraba en los alrededores del pueblo, en las eras, donde comenzaba a acumularse el cereal.

   En la actualidad aquellas eras han desaparecido prácticamente del horizonte de la villa, devoradas por la modernidad; por las grandes naves en las que se almacena todo lo relativo a las labores agrícolas, desde el tractor con el que se trabaja la tierra, al grano que como fruto, la tierra ofrece. Entonces las eras, que daban acceso al pueblo, eran un hervidero de vida.


   Aquellas noches de verano de la década de 1970, y anteriores, noches en las que, a causa del rodaje de la película se alteró de alguna manera la vida de la población, no eran de mucho trasnocheo para los hombres y mujeres del campo. Había que madrugar al día siguiente, por lo que la gente se retiraba pronto a dormir.

   Tampoco había demasiados entretenimientos en los que gastar las horas, salvo el clásico “tomar el fresco”, antes y después de la cena a las puertas de la casa, cada cual en su barrio, mientras los hombres reparaban los utillajes de los animales para el día siguiente, o repasaban la maquinaria, si maquinaria se puede llamar a la hoz o la guadaña, que emplearían al otro día en las labores del campo.

   Los oficinistas o los comerciantes, pasaban la noche tertuliando en el Casino. Al que no todo el pueblo podía acceder, puesto que para traspasar las puertas de su elitista salón se tenía que pagar una cuota, y ser socio. Haciéndolo, se podía incluso ver la televisión los sábados y domingos por la tarde. Por la noche la televisión cerraba su emisión a eso de las once o las doce con la despedida y cierre, quedándose el aparato en suspenso con la “carta de ajuste”, hasta la mañana siguiente.



 
   El Alcalde de la villa, don Julián Ortega Asenjo, solía ser, sino el último, al menos de los últimos en abandonar el Casino. A don Julián le gustaba pasar la noche entre cerveza y cerveza. No era hombre de muchas palabras. A pesar de que tenía un aire de marqués sin marquesado al que le parece agradar el parloteo.



EL LIBRO:
  • Tapa blanda: 126 páginas
  • Editor: Independently published
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 1076415148
  • ISBN-13: 978-1076415141
  ATIENZA, CRÓNICA PARDA



La crónica negra forma parte de  los pueblos. De la vida de los pueblos. El hombre nace, vive y, en ocasiones, mata.

Aquí presentamos una serie de relatos en torno a  sucesos que dejaron huella en Atienza, en cuya villa fueron juzgados y donde, como cabeza judicial, se aplicaron y ejecutaron las penas, cuando correspondió.




Sin duda, hay muchos más, sucesos y casos, que podrán formar parte de otros volúmenes.

Los sucesos y casos que componen el presente volumen nos llevan a desde Atienza a Madrid, para seguir los pasos de “Colás el perista”, uno de los ladrones de guante blanco más famosos del Madrid de los años 30, natural de la villa. A los enfrentamientos políticos del primer decenio del siglo XX, cuando las discusiones municipales se solventaban a tortas; a uno de los crímenes más absurdos habidos en la villa, con el protagonismo de dos mozos de la alta sociedad, y dos reales de por medio; al terrible caso de la sobrina del cura de Rebollosa que se ahorcó en la cárcel de la villa; a la noche en la que ardieron la fonda Molinero o los almacenes Aparicio; a la triste muerte de un anciano junto a la caseta de Cantaperdiz, después de un grave suceso; al terrible caso ocurrido al inicio de una noche de junio a las puertas del horno del tío Aceituno, en la plaza de San Gil…


(Todos los sucesos ocurrieron tal y como se cuentan. Los nombres de los protagonistas han sido alterados y no se corresponden con los de quienes,  en su momento, fueron protagonistas de los sucesos relatados. Cualquier parecido con personajes o apellidos actuales sería, por tanto, mera casualidad, y sin ninguna relación con los tiempos que corren)


ÍNDICE

COLÁS EL PERISTA  /  9

GÜELFOS Y GIBELINOS  /  21

POR UN PUÑADO DE REALES  /  35

CORTE DE PELO A REVÓLVER  /  39

LA PRIMA DEL CURA  /  45

LA CÁRCEL  /  51

NOCHE DE RONDA  /  61

ATIENZA EN LLAMAS  /  73

GALLARDO EN CANTAPERDIZ  83

EL HORNO DE ACEITUNO  /  89



EL  LIBRO:
  • Tapa blanda 104 páginas
  • Editor: Independently published
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 109887496X
  • ISBN-13: 978-1098874964

 EL CID EN TIERRAS DE GUADALAJARA

   El Cid, Rodrigo Díaz de Vivar es, quizá, una de las figuras históricas más reconocidas y seguidas de España. Salta a la fama a través de las numerosas crónicas que de su tiempo (Siglos X/XI), han llegado hasta nosotros. Gestas, Crónicas, Cantares y Poema que han ido siendo adaptadas algunas veces a los tiempos en los que se reimprimió la historia, a veces desvirtuando la realidad de los hechos de los que tomó parte. Muy especialmente a partir del siglo XIX, cuando su nombre entra en la novela y el relato, y avanzado el siglo XX, en el mundo cinematográfico.


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   La figura de Rodrigo Díaz es conocido, como sus orígenes y gestas, hazañas o intervenciones guerreas, a través de las crónicas de su tiempo, y muy especialmente a través de la Historia Roderici Campidocti tal vez la primera crónica que de una manera particular aborda su biografía, escrita en latín, cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca Nacional, y que se data entre los años que median entre 1180 y 1190.

   El autor, a través de esta obra, nos adentra en las tierras de Guadalajara que el Cid Campeador recorrió camino de Valencia; desde las altas cumbres serranas de Sierra de Pela, a los confines de Molina de Aragón.

   Desde Miedes, el Cid divisa la enriscada Atienza; sigue el río Cañamares en dirección al Valle del Henares; conquista Jadraque/Castejón y continúa hacía tierras de Molina.

   En el camino se nos habla de los castillos que esquivó; del castillo del Corlo, del de Iñesque…; se nos cuentan las leyendas que surgen en torno a la figura del Campeador, en Sigüenza, Alcocer, Hinojosa, Almonacid… Nos presenta la realidad y nos deshace la fantasía.

   Una figura siempre presente, y siempre mítica y atrayente, la de Rodrigo Díaz de Vivar.

 


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SUMARIO:

 -I-
El CID
(Pág. 9)
Rodrigo Díaz de Vivar
Ximena (Jimena) Díaz
Los hijos del Cid

-II-
EL DESTIERRO
(Pág. 29)
El Cantar de Mío Cid y su autor
La importancia de Atienza en la datación del Cantar
La aventura del Códice. El Cid en los Tribunales

-III-
EL CID SOBRE LA SIERRA DE MIEDES
(Pág. 53)
Miedes de Atienza, en la ruta del Cid
Atienza en la memoria de Ruy Díaz
Atienza

-IV-
LA TIERRA DESCONOCIDA
(Pág. 83)
El castillo de Iñesque
El castillo del Corlo

-V-
UNA MONTAÑA MARAVILLOSA
(Pág. 99)
El castillo de Jadraque
La toma de Jadraque/Castejón

-VI-
CAMINO DE ZARAGOZA
(Pág. 113)
El Cid en Molina
Los castillos de Molina de Aragón
Las hijas del Cid 

-VII-
LA LEYENDA DEL CID EN GUADALAJARA
(Pág. 125)
Miedes, y la Peña del Cid
Atienza, y el pozo de Ruy Díaz
Robledo de Corpes, y la Fuente de la Lanzada
Castejón de Henares y la Casa del Cid
Jadraque y el pesebre de Babieca
Sigüenza y la ermita de San Lázaro
Alcocer y sus mayordomas

Almonacid de Zorita y la Alameda del Cid
Cubillejo del Sitio y las herraduras de Babieca
Labros y la conquista del Cid
Hinojosa y el cabezo del Cid

El libro: 

  • Tapa blanda : 141 páginas
  • ISBN-13 : 979-8693364837
  • Dimensiones del producto : 13.97 x 0.81 x 21.59 cm
  • Editorial : Independently published
  • Idioma: : Español
  • ASIN : B08KGVYW6H 

  •  

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 EL REAL CONVENTO DE SAN FRANCISCO EN ATIENZA


   Al siglo XIII tenemos que remontarnos para encontrar la fundación del Real Convento de Nuestro Padre San Francisco, y de la Inmaculada Concepción, en la villa de Atienza, cuyas primeras obras ya debían de estar concluidas a finales de ese siglo, y que en los siguientes fue notablemente mejorado, en primer lugar por la primera princesa de Asturias, Catalina de Lancaster, Señora de Atienza; algo más adelante por la familia Bravo de Laguna, después por toda una serie de personajes ligados a la historia de la Atienza de los siglos XVIII y XIX, entre ellos los Beladíez o la familia Manrique, entre la que se incluye la de sus sucesores Carrillo Lozano; sin olvidar la cooperación de los Concejos, comenzando por el de Atienza, y continuando por una números nómina de poblaciones del entorno, así como personajes emparentados con la nobleza, desde la marquesa de Lanzarote a los marqueses de Velamazán.

   De su lejano establecimiento en Atienza es lo que nos dicen algunos autores al hablar sobre el desaparecido convento de los franciscanos en la actual provincia de Guadalajara. Algunos de ellos incluso nos dan la fecha de este establecimiento en la entonces populosa villa de Atienza, en aquel remoto siglo, cuando Atienza era una de las más importantes villas de Castilla, en tiempos en los que recibía el favor real desde la llegada al trono de Alfonso VIII.


   Los franciscanos, o frailes mínimos de San Francisco, como también eran conocidos, surgieron en los inicios de este siglo, cuando en 1206 Francisco de Asís comenzó a llevar vida religiosa centrada en la pobreza y la caridad. El nombre de la Orden no llegaría hasta cuatro años después, 1210; hasta 1217 no se celebraría el primer capítulo general, comenzando a partir de entonces a extender su predicación por Europa.

   A España, y Castilla, llegaron años después, de la misma manera que lo hicieron a Atienza, en la década de 1260, durante el reinado de Alfonso X.


   Francisco Layna Serrano, tomando datos de autores e historiadores de la orden, entre ellos Francisco Gonzaga, nos apunta que: afirman los analistas de la  Orden que se estableció en 1266, fecha que estimo cierta o cuando menos tan aproximada que si hay error es de dos o tres años…

   Por su parte, el también cronista provincial Antonio Herrera Casado, igualmente escribe: Por muy pocas fechas no es esta la más antigua institución franciscana de la provincia de Guadalajara. En 4 años de antigüedad le gana el monasterio de clarisas de Alcocer. Y, aunque no existe documento fehaciente, es seguro que ya en 1264 los frailes mínimos de San Francisco estaban asentados en Atienza, villa por entonces muy importante en el paso entre las dos Castillas, con un comercio desarrollado al máximo y una preeminencia estratégica indiscutible gracias al enriscado castillo de propiedad real.


   A partir de aquí el resto de estudios o artículos que nos hablan de la fundación del monasterio tendrán como fechas de referencia las de 1264 –siguiendo la obra de Antonio Herrera-, o la de 1266 –como continuadores de la tesis de Layna Serrano; siendo más certera la primera que la segunda basándose, como afirma, en uno de los documentos más antiguos que se conservan en el Archivo de la Clerecía atencina, catalogado con el número 7, fechado en Peñafiel en el mes de junio de 1264.

   En Atienza se mantuvo por espacio de casi ochocientos años. En la actualidad no queda de él más que la triste ruina de uno de los ábsides gótico-normandos que conoció el mundo de la arquitectura española.

   En estas páginas hacemos memorias de él, tratando de rescatar las páginas de una historia perdida en el tiempo.






SUMARIO: 

-I-
Los orígenes
La fundación.- El Cabildo de Clérigos y los Franciscanos.-
La construcción del Convento
Pág. 9

-II
Catalina de Lancaster y el Convento de San Francisco
Catalina de Lancaster, Señora de Atienza.- La construcción del ábside y el inicio de las obras nuevas
Pág. 19

-III-
El convento de San Francisco en el siglo XV. La llegada de Los Bravo de Laguna
Garci Bravo de Laguna y Magdalena de Medrano.- Los enterramientos familiares
Pág. 27

-IV-
El Convento, Casa Real
La reforma franciscana.- Las mercedes de Isabel la Católica.- El Convento Casa Real
Pág. 37

-V-
El convento de San Francisco, en el siglo XVI
Los Bravo de Laguna, y su patronazgo.- Las obras de Catalina de Medrano. Felipe II.- El patronazgo de Luisa de Guzmán, Marquesa de Lanzarote.- Testamentos y fundaciones
Pág. 43

-VI-
Las obras del siglo XVII
La reforma de la iglesia.- Las Santas Espinas de Atienza
Pág. 61

-VII-
La vida en el convento a través de sus cuentas
El libro de recibo y el libro de gasto
Pág. 77

-VIII-
El Convento, y la invasión francesa
El Convento, en la Guerra de la Independencia. La marcha y el retorno de los frailes
Pág. 93

-IX-
Entre la Desamortización y la ruina

La vida conventual en el siglo XIX.- La Desamortización.- La subasta y venta del Convento.- Su actualidad
Pág. 105

Concordia entre el convento de San Francisco y el Cabildo de clérigos de Atienza fijando reglas para evitar discordias y querellas.- 1 de julio del año 1374.
Pág. 125


El libro:

  • Tapa blanda: 130 páginas
  • Editor: Independently published
  • Idioma: Español
  • ISBN-13: 979-8633748574
  • ASIN: B086PVRP8R





EL LIBRO, PULSANDO AQUI
 
 
 EL CRISTO DEL PERDÓN DE ATIENZA
Y el Hospital de Santa Ana


   Se trata, sin lugar a dudas, de una de las imágenes más admiradas de la iconografía religiosa con las que cuenta la villa de Atienza, por su factura y realismo. Hoy expuesta en el Museo de Arte Religioso de la Iglesia de la Santísima Trinidad.

   Si tomamos los datos del catálogo de la exposición que se llevó a cabo en Nava del Rey con las obras allí contenidas, y en cuanto aquel Cristo, prácticamente idéntico al nuestro, se dice:



   Representa una interpretación mística de Cristo, después de haber sufrido su propio martirio, intercediendo ante Dios por el mundo pecador como expresión de su Redención, según un escrito de la venerable Sor María Jesús de Agreda, aunque la iconografía de este asunto tiene su precedente más lejano en un grabado de Alberto Durero alusivo a Cristo Varón de Dolores.

   Su descripción es por todos conocida:

   Su figura expresa una oración implorante, con el torso inclinado hacia adelante, los brazos semi extendidos y separados del cuerpo mostrando al que le contemple las palmas de sus manos horadadas por las llagas. Cubierto tan solo por el paño de pureza. Jesús se arrodilla sobre el globo terráqueo con una genuflexión que le permite apoyar su pie derecho en el suelo mientras que tiene extendida en el aire la pierna izquierda. En la bola del mundo, parcialmente velada por la túnica, aparece pintada la escena del Paraíso Terrenal, en la que Eva ofrece a Adán el fruto del árbol prohibido, entre la representación del diluvio y la historia de Lot con sus hijas huyendo del castigo de Sodoma.






Sumario:
-I-
ATIENZA, SIGLO XVIII
Pág. 9
-II-
ANA HERNANDO
Pág. 19
-III-
BALTASAR DE ELGUETA
Pág. 27
-IV-
LA ASISTENCIA SANITARIA, EN ATIENZA
Pág. 39
-V-
EL HOSPITAL DE SANTA ANA
Pág. 53
-VI-
LUIS SALVADOR CARMONA
Pág. 63
-VII-
ICONOGFRAFÍA DEL CRISTO DEL PERDÓN
Pág. 73
-VIII-
LOS CRISTOS DE CARMONA
Pág. 81
-IX-
EL CRISTO DEL PERDÓN DE ATIENZA
Pág. 93

El Libro:
        Tapa blanda: 111 páginas

  • Editor: Independently published (23 de marzo de 2020)
  • Idioma: Español
  • ISBN-13: 979-8630020086
  • ASIN: B086B73GPB


 EL CRISTO DEL PERDÓN DE ATIENZA (El libro, pulsando aquí)
 
 
 LA VIRGEN DE LOS DOLORES, PATRONA DE ATIENZA

El libro:


El 12 de enero de 1669 llegó a Atienza (Guadalajara), una imagen de la Virgen de la Soledad, copia de la entonces existente en el convento de la Victoria, de Madrid, tallada cien años atrás por Gaspar Becerra.

La imagen fue recibida en la villa con todo el cumplimiento que su devoción merecía, siendo depositada de forma provisional en la iglesia de San Juan del Mercado, entonces en obras. Venía para ser, con toda probabilidad, la imagen que presidiese la capilla funeraria de su donante, Juan de las Huertas, con alto cargo en los oficios del Real Alcázar.






Poco después de su llegada se la dotó de capilla, siendo el hijo de Atienza, Diego de Madrigal, el autor de su retablo. Ya que era, dn Diego, uno de los mejores artífices en aquel arte, de la diócesis de Sigüenza.

A mediados del siglo XVIII la imagen cambió de denominación para ser Nuestra Señora de los Dolores, o de los Siete Dolores, y convertirese en la Patrona de la Villa.







Desde aquellos orígenes, en los que la Condesa de Ureña puso de moda el vestir a estas imágenes a imitación de las viudas nobles castellamas; o que Gaspar Becerra impusiese la de las imágenes “de vestir”, o la reina Isabel de Valois extendiese la devoción por España, han pasado casi quinientos años; de la llegada de la Virgen de la Soledad, más tarde de los Dolores a Atienza, se cumplirán 350.

Es por ello que en este libro hacemos reseña de toda esa historia, o parte de ella, pasada en Atienza; desde la llegada de la imagen a la de su Rosario de Faroles de Cristal que desde el 18 de marzo de 1910 acompaña su procesión.






Es la devoción de un pueblo, y la memoria de sus gentes, mantenida a lo largo de 350 años.

Características del libro:
  • Tapa blanda: 134 páginas
  • Editor: Createspace Independent Pub (25 de enero de 2016) 3ª Edición, 17 de septiembre de 2018
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 152368061X
  • ISBN-13: 978-1523680610
  • -Imágenes en blanco y negro (salvo portada)

ÍNDICE DE LA OBRA:


ATIENZA /  9
LA IGLESIA DE SAN JUAN DEL MERCADO  / 15
LA VIRGEN DE LA SOLEDAD, DE GASPAR BECERRA /  35
LA VIRGEN DE LA SOLEDAD, DE ATIENZA  /  47
JOSÉ DE MORA ¿AUTOR DE LA TALLA?  / 59
LOS PATRONOS DEL ALTAR DE LA SOLEDAD, EN LA IGLESIA DE SAN JUAN  / 69
LA VIRGEN DE LOS DOLORES, PATRONA DE ATIENZA / 81
EL ROSARIO DE CRISTAL /  97
EL ROSARIO DE FAROLES, EN EL TIEMPO / 109
EPÍLOGO / 125
BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL  /129

 

 

 

ATIENZA PASO A PASO, GUÍA DE ANDAR Y VER




Atienza (Guadalajara) es uno de esos lugares que cualquiera interesado en la cultura e historia debe visitar en alguna ocasión.

El comienzo de su historia se pierde en el tiempo. El Medievo forjó su espíritu y el Renacimiento con el Barroco la hicieron grande, haciendo que en el transcurso de los siglos su nombre quedase inscrito en los anales de la historia castellana. 

EL LIBRO

Sus calles fueron tránsito obligado de reyes y de pastores. Sus monumentos han resistido el paso del tiempo y a pesar de que pasados los siglos perdió el sitial que le reservó la historia, mantiene la hidalguía de haber sido una de las primeras villas de Castilla. 






En este libro su autor te la muestra, paso a paso, guiándote en el recorrido, para que te sea fácil el descubrimiento de su historia y arte.


Con sencillez y sin prisas, para que la conozcas sin necesidad de entrar en el polvoriento archivo de los tiempos te lleva a sus calles más significativas, a los monumentos que han forjado su ser.










A los personajes que la han dado nombre.









A los rincones que no te puedes perder.






A sus museos y espacios de arte o folclore.






A aquello que es enseña de la población…








Y, desde la torre cimera de su castillo, cuando llegues a él, podrás exclamar algo así como: ¡hermosa villa!








Atienza paso a paso. Guía de andar y ver es sin duda de ningún género la mejor guía escrita para conocer la villa castellana.


·  Tapa blanda: 132 páginas
·  Editor: Createspace Independent Pub (7 de junio de 2016)
·  Idioma: Español
·  ISBN-10: 1533658307
·  ISBN-13: 978-1533658302

 

 

 

ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT


Atienza, la Peña Muy Fuort del Cantar de Mío Cid es una de las villas castellanas de mayor renombre histórico a través de los siglos.





ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ




Una historia que ha conformado su pasado y su presente.La Historia, el Arte y el Costumbrismo, tienen cabida en esta obra, como los tres grandes apartados a estudio, a través de los que se desarrolla la vida de Atienza.








ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ



Una obra sencilla, e imprescindible, para conocer Atienza en todos sus aspectos, como complemento de anteriores publicaciones de su autor, cronista de la villa y tierra de Atienza, y, quizá, como investigador de su pasado y su presente, la pluma más autorizada para hablar, y escribir, de la hidalga villa castellana.Una obra, en suma, a través de la que poder conocer, de manera amena, la villa de Atienza.







ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ


Si ya conoces Atienza paso a paso, obra en la que el autor te guía por sus calles e historia; si conoces la Breve Historia de Atienza, en la que te habla de su historia, en detalle o sus personajes; ahora, cerrando el trío, en Atienza, la peña muy fuort, nos centramos en su arte, su patrimonio, su costumbrismo, su folclore, aquella historia nos quedó a un lado y, en suma, lo que te faltaba por conocer.





ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ







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El libro:
·  Tapa blanda: 140 páginas
·  Editor: Independently published (14 de octubre de 2018)
·  Idioma: Español
·  ISBN-10: 1728793866
·  ISBN-13: 978-1728793863

Su contenido:
ATIENZA   / 5

LA HIStORIA /  11

EL COSTUMBRISMO /  45

EL ARTE   / 79

 

 

 

 

LAS SANTAS ESPINAS DE ATIENZA


Se veneran en la villa de Atienza (Guadalajara), documentadas al menos desde el primer tercio del siglo XVI, dos espinas y un lignum crucis atribuidas a la Pasión de Jesucristo. 

LAS SANTAS ESPINAS DE ATIENZA. El libro, pulsando aquí


Las mandó llevar a Atienza la reina de Castilla, Catalina de Lancaster, Señora de Atienza y esposa del rey Enrique III, quien levantó para su veneración una sutuosa capilla. 

Desde poco tiempo después de su llegada al convento hoy desaparecido de San Francisco, gozaron de una creciente devoción popular que, al día de hoy, se mantiene. 

Se trata de la Reliquia de la Pasión más importante que guarda la provincia, sin duda, pudiera compararse, y definirse, como “El Grial de Guadalajara”.

El libro
  • Tapa blanda: 123 páginas
  • Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform (8 de abril de 2017)
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 1545227349
  • ISBN-13: 978-1545227343



EL CASTILLO DE ATIENZA. DE FORTALEZA A TORRE.
Fue la torre residencial del castillo de Atienza

  
   El paso del tiempo ha legado a la historia de Atienza los restos de un castillo altanero. De una impresionante fortaleza de la que, al día de hoy, tan sólo tenemos a la vista lo que se supone fue “torre del homenaje”. Ese retrato literario que nos pinta la peñasca de Atienza como si fuese el espolón de un buque desarbolado bogando por los mares cerealistas de la Castilla milenaria. Cualquiera que se acerque a ese buque desarbolado no encontrará, al día de hoy, más que esa torre del homenaje; la reinterpretación de la entrada y sobre la base de la peña dos aljibes horadados en la roca con tracería morisca y más de mil años a sus espaldas, a punto de desaparecer por la acción del tiempo y falta de remiendo que los saque de la miseria.




   Fuera de la peña, sobre una terraza del terreno, lo que en tiempos fue el albacar de la fortaleza, o el patio de caballos, como en Atienza se llegó a conocer; capaz de albergar entre sus muros, a juzgar por las informaciones del siglo XIX, hasta quinientos hombres con todo su equipo.

   Y muy pocas referencias encontrará quien lo visite en torno a la “Torre de los Infantes”, o ninguna, a menos que lea el reciente libro que cuenta su historia, la del castillo y su tétrica torre. Porque los historiadores del siglo XX la han pasado por alto. 



   Fue, sin duda, el lugar más funesto, y más histórico, del recinto amurallado del castillo. Sus últimos restos desaparecieron mediada la década de 1960, cuando se reconstruyó la entrada. La torre se derrumbó parcialmente en el otoño de 1877. A pesar de aquel derrumbe, Manuel Pérez Villamil, quien la pateó dos años después, dejó escrito: “Dos años hace que vino al suelo un torreón cuadrado que debajo de la torre del SE., se levantaba y en el cual subsistían perfectamente caladas las simbólicas ladroneras de los ballesteros, formando una cruz rasgada sobre la mira circular. Este género de ladroneras caracteriza tan fielmente el tiempo de las cruzadas, que no sería aventurado suponer que los caballeros templarios u hospitalarios tuvieron grande intervención en la construcción de esta fortaleza. Fundo mi opinión en los restos de construcción que subsisten caracterizando el tipo arquitectónico de esa época, en que el estilo gótico lucha con el sajón y revela las innovaciones introducidas en la arquitectura militar por los primeros cruzados, que trajeron del Asia importantes descubrimientos. El corte de las arcadas; el tipo de los muros, la disposición de los adarves y troneras, todo está declarando su abolengo.

   Se levantaba esta torre a la izquierda de la entrada principal (conforme accedemos al recinto), formando conjunto con los cuadrones del arco de entrada, y adosada a las murallas que rodeaban la peña y que –aunque ligeramente exagerada en la interpretación-, podemos situar observando las imágenes.

Interpretación del castillo de Atienza en el siglo XVI, con la torre de los Infantes a la derecha



   La primera intervención histórica documentada debemos situarla con anterioridad a la reconquista de Atienza por Alfonso VI; ya que en ella tuvo lugar el famoso enfrentamiento a espada entre Almanzor y Galib, su suegro. Desde ella, nos cuentan los anales de la historia, se lanzó Almanzor para escapar a una muerte segura. Ocurría en torno al año 980, y regresaría poco después, vencedor en mil batallas, para destruir Atienza y con ella su fortaleza; que fue posteriormente reconstruida.

   Resulta altamente dudoso que cuando Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, atravesó estas tierras, si es que lo hizo, la de Atienza fuese la “peña muy fuort” del romancero; que fuerte peña sería, pero con castillo y murallas ruinosas, también es cierto. Debemos de entender que era poco menos que una miserable ruina, puesto que la reconstrucción total llegaría mucho tiempo después, con Alfonso VIII quien, con mucha probabilidad, al igual que sus descendientes de menor edad, dieron nombre a la “torre de los Infantes”.

   Entonces Atienza crecía por el lado opuesto al que hoy lo hace, o lo hizo. Miraba a Castilla, de donde podía venir el enemigo. Tras la reconquista comenzó a mirar al Sur y tenderse por  la ladera. La Atienza que hoy conocemos. La primitiva, la villa propiamente dicha desapareció  en 1446, tras la devastación a que fue sometida por las tropas castellanas en la guerra “de los Infantes de Aragón”. La destrucción la ordenó el Condestable Álvaro de Luna, a quien no ha mucho se le rindió homenaje en la villa que destruyó y a la que puso fuego.

A la izquierda quedan los restos de los muros de la torre de los Infantes. La entrada al recinto se reinterpretó hacía 1967

EL CASTILLO DE ATIENZA. DE FORTALEZA A TORRE. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ

   Para entonces la Torre de los Infantes había sido residencia de Alfonso XI, en menor edad; de Enrique de Castilla, “El Senador”; de  María de Molina y, por supuesto, de cuantos reyes en Castilla fueron. Tras la guerra, y su reconstrucción, la torre sería la residencia de sus alcaides, de los Bravo de Laguna, principalmente. Lugar de nacimiento de Juan Bravo, de Luisa de Medrano, de Francisco de Segura… y de toda una pléyade de personajes que han dejado su nombre en la historia, de Castilla, de la literatura, o de la política.

   También fue uno de esos lugares que la historia cuenta y después esconde. Fue, tras la unión de reinos a través de los Reyes Católicos, una de las más tenebrosas “prisiones de Estado”.

Restos del cuadrón de la torre de los Infantes, hacía 1930.
   El primer inquilino de la torre, que se sepa, fue Diego López de Madrid, autoproclamado “Obispo de Sigüenza”, quien la ocupó junto a sus hermanos y criados entre 1467 y 1470. El último, que tengamos noticias, un caballero portugués, de nombre Don Arnaldo, quien en unión de un fraile de la misma nacionalidad fue llevado a la torre a purgar culpas en 1524, acusados ambos de “andar en tratos con Francia”. O sea, de ser espías.

   Entre medias algún obispo, o arzobispo, unos cuantos caballeros de alcurnia; el último mariscal de Navarra y, por supuesto, el duque de Calabria, don Fernando de Aragón a quien su tío, Fernando de Aragón también, mandó traer desde Nápoles con toda su corte en 1502. Sus acompañantes, nos cuenta la historia, fueron ejecutados apenas pusieron en Atienza sus pies. Años después, el duque de Calabria, convertido en virrey de Valencia, ocuparía otro castillo próximo, el de Jadraque, como consorte de doña Mencía de Mendoza. Once años pasó don Fernando entre los muros de la torre, hasta 1513 en que fue trasladado al castillo de Játiva.

   El relato de cómo era la torre nos lo dejó escrito uno de sus alcaides, Juan Ortiz Calderón a requerimiento del Cardenal Cisneros, cuando en Atienza, y en la torre, se encontraban prisioneros los principales capitanes navarros que trataron de restituir aquel trono en la cabeza de Juan de Albret en 1516. Eran estos el Mariscal don Pedro de Navarra; Juan Ramírez de Baquedano, señor de San Martín y Ecala; los capitanes Petri Sánchez y Juan de Olloquí y Yatsu, señor del palacio de su apellido; Pedro Enríquez de Lacarra; Antonio de Peralta, primogénito del marqués de Falces y de doña Ana de Velasco, defensora del castillo de Marcilla; Francés de Ezpeleta, señor de Catalaín hijo del Vizconde de Valderro; y Valentín de Yatsu. Media familia de San Francisco Javier.

Restos de uno de los aljibes, trazados con anterioridad a la Reconquista

   Aquí cabría la pregunta de ¿por qué Francisco Layna que recopiló parte de la historia de Atienza y su castillo, y los historiadores que lo siguieron, no nos hablaron nunca de esta torre? Y todos ignoramos la respuesta.

   Contaba la torre con tres plantas. La baja en la que se encontraban las celdas, en número de cuatro, con sotacámara, y ventanas con barrotes que daban a la villa, a las que se accedía a través de una escalera abierta a ras de suelo. Escalera que subía a la planta noble, con otras tantas estancias, y daba acceso al garitón, coronado por una campana que se hacía sonar en caso de peligro. Nadie, de no ser llamado a toque de aquella campana, podía acceder a menos que se arriesgase, bajo el imperio del terror impuesto por el alcaide Ortiz Calderón, a perder una mano en la ocasión primera; en la segunda una pierna y, en la tercera, la vida.

   La estancia en ella de los distintos prisioneros, es otra historia. 
(Del artículo de T. Gismera: "El Castillo de Atienza. La Torre de los Infantes. El origen". Periódico Nueva Alcarria; Guadalajara, junio, 2017)

El Castillo de Atienza. De Fortaleza a Torre, obtuvo el Premio de Castellología J. Andrés Moro 2015.



El libro: 

  • Tapa blanda: 132 páginas
  • Editor: Createspace Independent Pub (7 de junio de 2016)
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 1533658617
  • ISBN-13: 978-1533658616
  • Tamaño 0,18x0,24
  • Imágenes en blanco y negro.
 
 
 
ATIENZA A TRAVÉS DE SUS PERSONAJES
·  Tapa blanda: 154 páginas
·  Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform (8 de febrero de 2017)
·  Idioma: Español
·  ISBN-10: 1542994780
·  ISBN-13: 978-1542994781
Autor: Tomás Gismera Velasco


Tomás Gismera ha escrito un libro muy interesante. Un libro especial por su contenido, ya que trata de aquellas gentes que a lo largo de la Historia de Atienza han ido transformando la villa con sus quehaceres vitales.

Como podrá comprobar el lector, unos personajes son más conocidos que otros, aunque casi todos serán totalmente desconocidos para la mayoría, y ahí, precisamente, reside el interés de este libro.

Unos nacieron y pasaron por la vida anónimamente. Bastante tuvieron con vivir su vida, si además, por circunstancias socio-políticas concretas les tocó un momento difícil, de guerras, pestes o miserias...

Otros nacieron tal vez en los mismos momentos y, por ánimo, riquezas o compromisos sociales y honoríficos, tuvieron que desempeñar cargos en los que despuntaron, pero a los que después la historia, la que se escribe con hache mayúscula, ha tenido a bien considerar como de “menor importancia” o, como si dijéramos, “de segunda fila”, segundones.
Algunos más, muy pocos, destacaron por encima de los anteriores y figuran en los anales de la historia con mayúscula.



Es de estos últimos de los que habla el presente libro en su mayor parte, de gentes que por lo general nacieron en Atienza y que dejaron su huella a través de sus libros,  dedicaron  su esfuerzo a promocionar el pueblo que les vio nacer, contribuyeron a conservar y extender los límites de un reino ayudando a su señor natural, y creyeron en una idea y la defendieron por encima de todo con el fin de hacer una villa atencina más próspera.

Su autor, el autor del libro, recuerda que no están todos los que fueron, aunque probablemente, con el paso del tiempo aparecerán nuevos nombres que añadir a la presente nómina, y los que están han sido elegidos al azar y sus biografías se verán revisadas y, en su caso, ampliadas en  próximas ediciones.

Y añade más, que podría haber ampliado esa lista con nombres de quienes no habiendo nacido en Atienza la han dado a conocer ampliamente y han estudiado su historia, su arte y sus costumbres. Nombres como los del doctor Francisco Layna Serrano, el poeta José Antonio Ochaíta, biografiados por el propio Gismera, el periodista Luis Carandell o el fotógrafo Santiago Bernal, entre otros, además, claro está, o de Isabel Muñoz Caravaca y su hijo Jorge, cuya peripecia vital fue estudiada con minuciosidad y posteriormente publicada por el doctor Juan Pablo Calero Delso.

En fin, son: “biografías trazadas con la pluma que sale del corazón en la mayoría de los casos. Arrancadas igualmente a las páginas de los libros de la historia,  y hechas recuerdo y emoción en las calles de Atienza, y para la memoria siempre viva de Atienza”, personajes que en muchos casos no sabíamos que fueran atencinos, protagonistas de historias “a veces tristes”, que no deben quedar en el olvido y de las que debemos aprender, al menos lo bueno, de lo que nos legaron.

Tomás Gismera, que ya nos había adelantado algunas notas biográficas de los más significativos nombres que aparecen en su libro, a través de las páginas de la estupenda revista mensual Atienza de los Juglares, divide a los personajes -treinta y uno “Y muchos más...” en total- en seis grupos cronológicos distribuidos entre la Atienza medieval; la Atienza de los Bravo de Laguna -fundamentalmente el siglo XV-; la Atienza del Siglo de Oro -siglos XVI y XVII-; Atienza en el siglo XVIII -de los Elgueta a los Beladíez-; Atienza entre dos siglos, y Atienza, siglo XX, a los que precede una breve introducción acerca de la época y cómo ésta se vivió en Atienza y sus pueblos circunvecinos, a través de la que el lector puede hacerse una idea más completa del personaje de que se trate en cada ocasión.

Entre los de época medieval menciona a un Gonzalo Ruiz de Atienza, el hombre del rey, especie de privado, que acompañó a Fernando III en la conquista de Sevilla, de “particular memoria” en Elogios de los Conquistadores de Sevilla, de Argote de Molina, siglo XVI, donde se dice acerca de Gonzalo Ruiz de Atienza que era “uno de los principales caballeros de aquel tiempo y de quien el rey hizo mayores confianzas, fue por su embajada al infante don Felipe y a los ricos homes del reino que estaban desavenidos del rey en el reino de Granada, y así mismo por embajador al rey moro...”.

Igualmente dedica algunas páginas a Aparicio de Atienza, obispo de Albarracín a finales del siglo XIII y a Francisco de Atienza, que fue elegido abad de San Zoilo de Carrión el 5 de noviembre de 1524.

Especial interés tiene fray Juan de Ortega Maluenda, que después de ostentar numerosos cargos entre los jerónimos, dejó la duda -todavía no resuelta con claridad- de haber sido el autor del famoso Lazarillo de Tormes.

Tres personajes completan el apartado destinado a la Atienza de los Bravo de Laguna: Juan Bravo, que luchó al frente de los Comuneros; Luisa de Medrano, la primera mujer catedrático no sólo de España o de Europa, sino de todo el orbe, que ejerció en la Universidad de Salamanca, a comienzos del siglo XVI, grandemente ensalzada por Lucio Marineo Sículo, y Catalina de Medrano, que tantas obras mandó realizar en la iglesia de San Francisco.

Sin duda la figura más conocida es la del Comunero Juan Bravo, al que tras su ejecución en Villalar, le fueron confiscados todos sus bienes, entre los que había algunas propiedades en Atienza, así como unos pozos de sal que le rentaban quinientos ducados y reclamó el obispo de Oviedo. El padre Luis Fernández Martín, en su libro Juan Bravo (Segovia, 1961), realiza un magistral estudio genealógico de nuestro personaje y aporta suficientes pruebas como para dejar aclarado su nacimiento en Atienza en 1484, en el propio castillo, pues la casona que actualmente se conserva en la plaza de abajo fue levantada por sus parientes hacia 1568.

Gismera da a conocer tres figuras más en el apartado dedicado al Siglo de Oro. Se trata de Francisco de Segura, hombre de espada y pluma que se codeó con los más importantes ingenios, Cervantes, Quevedo, Lope, de quien se piensa que debió tener “algo que ver” en la autoría del apócrifo quijote de Avellaneda y ampliamente conocido en el mundo de la investigación literaria; el retablista Diego de Mayoral y Torija, que aprendió del seguntino Diego del Castillo y fue uno de los más afamados de la comarca atencina, siendo el autor del retablo mayor de la iglesia de la Santísima Trinidad de Atienza; de dos colaterales en la parroquia de Galve de Sorbe; parte del mayor de San Juan del Mercado, también de Atienza; además de otros muchos trabajos en Barbatona, Querencia, Fuentegelmes, etcétera, y Ana Hernando, cerera en palacio, que dejó suficiente caudal como para construir en Atienza un hospital bajo la advocación de Santa Ana.

En el siglo XVIII incluye dos de las sagas más influyentes en el Atienza del momento: la de los Elgueta Vigil y la de los Beladíez, sin olvidar a don Juan José Arias de Saavedra y Verdugo de Oquendo, más conocido como el “padre” de Gaspar Melchor de Jovellanos, y la figura del obispo Antolín García Lozano.

Del primer grupo familiar ofrece datos de cuatro hermanos: Pedro Miguel, licenciado en Derecho, que fuera  Administrador Real de la Salinas de Atienza, formadas a la sazón por Imón y La Olmeda; Antonio, que pasó la mayor parte de su vida en Murcia, donde desempeñó el cargo de Secretario del Secreto de la Inquisición, gran mecenas de las artes, especialmente de la Arquitectura, -que fue quien incitó a la familia Salzillo a establecerse en Murcia, donde fue protector de Nicolás, padre el escultor-, pero al que se conoce antes que nada por haber sido el autor de La cartilla de la agricultura de las moreras (Madrid, 1761); Baltasar, que fue Intendente Real, y José, destacado -al igual que Baltasar- en la Guerra de Sucesión, como consta en su hoja de servicios, y único de los hermanos que aspiró a ocupar algunos corregimientos de las nuevas ciudades chilenas.

Del segundo, los Beladíez, naturales de Miedes, menciona a José María, que tanto tuvo que tan importante papel jugó durante la Guerra de la Independencia como miembro de la Junta y Diputación de Guadalajara, y Joaquín María, hermano del anterior, riquísimo poseedor de ganados finos trashumantes y Administrador Tesorero de Consolidación de Guadalajara, destacado durante el mismo conflicto bélico, son muchos los datos que aporta Gismera en su libro.

El quinto capítulo, Atienza entre dos siglos, recoge las peripecias vitales de Baltasar Carrillo Manrique, uno de los personajes más influyentes política y socialmente en la Atienza de finales del siglo XVIII hasta su fallecimiento en 1843; Francisco Briones Cardeña, doctor en Derecho y liberal conservador, que, con la llegada del régimen democrático, tras la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868, dio fin a su carrera política, profundamente caciquil; Dionisio Rodríguez Chicharro, desconocido historiador que dedicó gran parte de su vida a ir recopilando datos sobre numerosos pueblos de la provincia, especialmente de aquellos que tuvieron algo que ver con el Común de Villa y Tierra de Atienza, centrándose en los que posteriormente pasaron a los señoríos mendocinos y fue autor de una concienzuda Relación Historial de la Villa de Atienza, complementaria de su Historia de Miedes, una Memoria de Hiendelaencina, Noticias de la villa de Hijes, Notas acerca de la ejecutoria de nobleza de los Álvarez, Culto en Torija a Nuestra Señora de Sopetrán, Memorial a favor del Conde de Aguilar, así como de un Resumen de la riqueza imponible de la provincia de Guadalajara en 1852, además de constante colaborador de don Juan Catalina García López, a quien envió números datos para sus escritos; el médico Pedro Solís Grepi, que junto a Eduardo Contreras de Diego, fundaría el Casino de Sociedad de Atienza y daría a la luz pública la revista Atienza Ilustrada.

Quizá más conocidos -por más cercanas en el tiempo- sean las figuras que recoge en el apartado destinado al siglo XX: Bruno Pascual Ruilópez, Diputado y Senador nacional, Decano del Colegio de Notarios de Madrid; Antonio Pascual Ruilópez, pionero de la viticultura; Francisca Pascual Ruilópez, “Doña Paquita”, madrina del somatén atencino y gran benefactora de la villa; el alcalde Doroteo Cabellos Esteban; Gil Ruiz Domínguez, víctima de la barbarie nazi en Mauthausen; el maestro Teodoro Romanillos Chicharro, fundador en 1925 de El Magisterio Arriacense y gran defensor de los derechos de los maestros; Julio Ortega Galindo, el genio de Deusto, Catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao y de Historia del Derecho y Geografía Económica de la Universidad de Deusto y prolífico autor; Juan Francisco Marina Encabo, “El hombre del Cid”, abogado que llevó la causa de Vivar del Cid a la hora de recuperar el manuscrito del Poema del Cid, entre otras muchas cosas, y muchos más… ya que la nómina de atencinos destacados es muy amplia.

Como decimos,  Tomás Gismera Velasco, es el autor del maravilloso libro que acabamos de comentar.

J.R. López de los Mozos

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